Blogia
lascenizasdeangela

Extracto de un diario

Me gustaría ser feliz, tener una familia que me quiera para siempre y todos los días, que
me dé seguridad, que me diga que no me volverá a abandonar, que le guste mi nombre y
mi identidad propios; me gustaría no ser discriminado, que no me miren de arriba abajo
constantemente por la calle, que no le pregunten a mi mamá de dónde soy o cuál es mi
verdadera madre o si le costé mucho dinero cuando me compró; que en el parque me
dejen jugar a pesar de mis rasgos, que no me digan que soy feo, que no me tachen de
hiperactivo, que me dejen sacar mi rabia y me enseñen a controlarla y a comprender por
qué a veces me sale sin quererlo; que me hablen de mis orígenes y me expliquen cosas
sobre mi primera mamá, dónde nací, a quién me parezco, por qué soy alto o bajo o rubio
o moreno, que me ayuden a aceptar y entender por qué me abandonaron y que no fue
culpa mía". Con esta amalgama de retazos escuchados de una u otra forma a muchos de
los menores adoptados con los que ha trabajado, Susana Irisarri Primicia, experta en
Derecho del Menor y responsable de Adopción Internacional de la Asociación Navarra
Nuevo Futuro, se hace eco de la voz de los pequeños: "Aunque todavía es pronto para que
los niños y niñas adoptados sepan de derecho, cuando les escuchamos nos sorprende su
claridad de ideas al explicar qué necesitan y qué esperan de su familia, del lugar donde
viven, de sus amigos y vecinos".

2 comentarios

Apesar -

Unas reflexiones muy maduras para un niño.

Luis Amezaga -

Cuando no se sabe muy qué hacer o decir, aplicar el sentido común y la honestidad. Con los niños suele funcionar, sean adoptados o no.